jueves, 10 de septiembre de 2009

Ella

Última pitada a su cigarrillo..... Expulsó el humo, (De la manera en que sólo ella sabe hacerlo), y lanzó lo que quedaba de este desgastado pequeñin, dentro de su taza de café... La cuarta, o quinta... No lo recordaba muy bien.
-¿Por qué habría de contar las tazas de café?- Se dijo a si misma. Pero no se respondió. En la era de las maratones cotidianas, no había tiempo para contar tazas de café...
Alejó esos pensamientos de su mente, con la vana promesa de algún día averiguar, si alguien las contaba.
Se levantó del sofá un tanto desgastado... Era entendible, él había sido su único refugio en las noches de insomnio, o en los días en que nada va bien... Se estiró, con el desgano que la caracterizaba en esos días... Exacto, "Esos días"... Esos días que la habían sorprendido tantas veces distraída, desprevenida, que la tomaban por sorpresa, ladrones atrevidos de todo boceto que ella pudiera dibujarse de la felicidad. Esos días, eran aquellos en que nada alcanza. Preguntas, una dos... Tres cuatro y cinco. Y muchas, muchísimas más... ¿Respuestas? En esos días, ellas no solían ser frecuentes comensales en la mesa de su incertidumbre.
Esos días le sacaban el aire...... La vida.... Las ganas. Era inevitable. Por más que se esforzara por cambiarlos, estaban empecinados en arrebatarle todo. Tal vez para que aprenda a valorarlo, o tal vez sólo se trata de una picardía..... Pero la dejaban vacía.
Está claro que los días eran insoportables... Las horas no pasaban, y no diferían una de la otra. Pero hay que reconocer, que no los podemos acusar de inservibles. Y esto todo porque al quedarse sin nada, no tenía otra cosa que hacer que replantearse.
Después, el miedo le tocaba el timbre. Se sentía tan insignificante, que necesitaba algo más grande en qué creer. Gobernada por un embriagante tedio, volvía a sus cosas... Con la idea de qué tal vez era ella la que estaba desencajada. Luego se sentía rodeada de nadas. Nadas altas, y nadas materialistas. Nadas que encontraban la felicidad en los relucientes espejitos de sus nuevos descapotables, nadas pícaras, o falsas. Qué fumaban a escondidas en el trabajo, o simplemente nadas generosas... Pero nadas al fin. ¿Por qué tanta nada?...
Pero algo había seguro.... Una promesa. Se prometió a sí misma, no dejarse caer en la insoportable monotonía de la rutina. Y tenía los elementos necesarios....
La locura que gobernaba su cerebro era TANTA, que necesitaba despejarse de vez en cuando... Esos momentos eran en los que ella...Brillaba.
-Tranquila-Se dijo- Sólo se trata de sacar a la locura más seguido a dar un paseo-